8/04/2014

18-La ceremonia en el aire.

Allí se encontraban reunidos incontables seres, de todas las formas, géneros y especies. Tan diversos eran que Ichinén no podía jurar donde mirar primero y si ya había visto a ese o al de más allá. Todos le parecían novedosos y diferentes, aunque ya hubiera puesto sus ojos en ellos. El guerrero no estaba seguro si esos seres volaban o flotaban. Para el caso daba lo mismo.  Observó, observó, siguió observando, se quedó un rato más observando y… observó más. No importa como se rompiera los ojos o aguzara la vista, no veía nada notable a miles de metros por su cabeza. Esperó. Nada pasó. Intentó gritar, pero su voz no parecía llegar más que a un par de cientos de metros. Finalmente, se encaminó a escalar la cima. Por el camino, encontró a un rostro familiar.
-Me preguntaría que estás haciendo.-dijo el gato con el rostro que parecía enmascarado en gris.
-Y yo me preguntaba cuando aparecerías.-
-¿Debía hacerlo?-
Otro felino, se acercó a ellos, al parecer era una gata. Se notaba por sus tres colores en el pelaje y ser un poco más pequeña que el otro. El pelaje de la felina semejaba a un mármol por sus tonos  que formaban una melange perlada de colores sobre gris jaspeado.
-Yo lo traje, sin mí no podía hacer nada.-expresó la gata a modo de presentación.
-Mujeres, ya sabrás de lo que hablo cuando pase un poco de tiempo.-dijo a su vez el gato.
-¿Pariente tuyo?-preguntó Ichinén.
-No, por favor, no tengo tanta mala fortuna.-comentó la gata, demostrando que tenía pocas pulgas, por decirlo de alguna manera.
-No seas tan dura con mi compañero humano.-le recriminó el gato.-Hemos venido a ver al Príncipe.-
-¿Por qué debería molestarlo con recién llegados advenedizos.-replicó la gata de soslayo. 
Casi parecía mantener una expresión recia, sin humor o simpatía por los otros dos. O ni tan siquiera alguien más.
-Estoy en busca de Kosen Rufu, para hallar ese país, debo encontrar a los tres maestros. Me dijeron que el primero de ellos, se encuentra en esta ceremonia.-le explicó el guerrero.
La felina lo miró con unos ojos de cierto desdén, casi como su gesto fuera de un humor de mil demonios. Pero su voz fue muy apaciguada.
-Si, el Príncipe se encuentra allí, de hecho él la está presidiendo en ese momento, es aquel a quien buscas.-
Ichinén miró en derredor y luego a ambos animales, como esperando. Ninguno de los dos felinos hizo el menor movimiento. Excepto la gata, que a los pocos segundos,  se reclinó sobre una piedra, como si esta fuera una almohada donde recostarse. Acodada sobre la roca, miró al guerrero con extrañeza algo jocosa.
-¿Cómo así? ¿Acaso estás esperando que lo baje para ti? ¿No querrías que te baje la luna también? Si tengo tiempo en un par de eones, quizá.-
Con expresión algo desconcertada, el guerrero se intentó explicar.
-Solo quiero que me guie en mi camino, no es mi intención molestarlo, ni perturbarlo, ni distraerlo.-
-Pero ya tu interrupción es una molestia. El Príncipe está dando su enseñanza y no puede parar la rueda del universo porque el gran rey Ichinén intenta hablar con él.-
El guerrero se quedó más desconcertado, el gato macho tosió como interrumpiendo la charla.
-Ese rey no es él, no aquí al menos.-
Ichinén lo miró y asintió.
-Te confundes con otro, no soy un rey.-
La gata cerró un poco los ojos, como dudando.
-Claro que lo sos, aunque no aquí claramente. Ichinén es único, como todos nosotros. Aquí o en cualquier mundo.-
-¿Podés solicitar respetuosamente una audiencia con el Príncipe para Ichinén o no?-la amonestó el gato.
La felina pareció lanzar un gesto de fastidio, yéndose por donde había venido. Ichinén y el gato se miraron.
-Supongo que eso es un si.-comentó Ichinén.-¿Amiga tuya entonces?-
-Diría que si, pero solo coincidimos en espacio y tiempo en ocasiones, muy frecuentemente incidentales. Más de lo que me gustaría.-
-Supongo que debe ser un amor de gata.-ironizó el guerrero.
-Es buena, diría que es dura por sus experiencias, pero bueno. Las vivencias nos modifican según nuestras particularidades personales.-
-A propósito, no sé como llamarte, aparte de gato. ¿Cuál es tu nombre?-
-Tengo muchos nombres, muchos cuerpos, depende de que mundo estemos hablando. En este podés llamarme “Teban”, aunque donde tenía ese nombre originalmente, tenía rayas naranjas en vez de todo gris.-
Ichinén sopesó esa novedad de los diferentes mundos, quizá esa Estación de paso, solo era un lugar de transición para ir de uno a otro. Eso explicaría porque encontrar Kosen Rufu no era para cualquiera, podría ser que estuviera en otro mundo. Y solo haciendo un camino y pasos determinados es como se podía acceder.
-Y el nombre de tu “amiga” es…-
-Dulce, se llama Dulce, aunque en otro idioma que no se aplica aquí.-
-Es un chiste.-lanzó Ichinén con sorpresa.
-¿Me estás viendo reírme?-inquirió el gato.
Ichinén mantuvo el silencio por unos minutos, hasta que finalmente una duda lo asaltó.
-¿Por qué dos gatos son los que me están ayudando?-
-Somos los guardianes de todas las puertas.-explicó Teban, pero se frenó y giró repentinamente su rostro hacia la espalda de Ichinén, como solo los gatos pueden hacer cuando algo atrae su atención.
El guerrero se giró y vio un hombre vestido con una túnica, llevaba el pelo recogido arriba de la cabeza y todo su ser parecía resplandecer.
-He aquí al primer maestro. El Príncipe.-presentó Dulce, la gata con el nombre paradójico, al acercarse a ellos.
Ichinén quedó maravillado por la energía que irradiaba el Príncipe, tanto que se quedó sin palabras. La sonrisa del maestro era tan cálida y discreta que lo mantenía distraído.
-Veo que se venían riendo.-comentó el Príncipe.-Dicen que donde está la risa, estoy yo. Porque si hay llanto, están los demonios.-
Ichinén volvió a la realidad al escuchar esto último y estaba a punto de hablar cuando el Príncipe hizo un gesto.
-Caminemos juntos y explicaré lo que necesitas saber.-
Ichinén acompañó al que ya consideraba su maestro. El primero.