5/27/2016

33-Reina asesina.

Ella cruzó el portal y se vio del otro lado, completamente sorprendida. Estaba casi conmocionada, Ichinén se miró a si misma. Ahora era mujer, tal como Gatten le había dicho. Aunque saberlo y sentirlo eran dos cosas completamente diferentes. Se miró el pecho, o más bien ambos, los pectorales eran ahora dos senos que le resultaban por demás peculiares. La falta de costumbre ante la fisonomía distinta la desconcertó completamente, tanto que no reparó en su completo aspecto e indumentaria hasta bastante después. Su cuerpo pese a tener un pecho algo prominente estaba escuálido, como de haber pasado hambre. La indumentaria era un pantalón a rayas grises hacia abajo, con un camisa o algo parecido, en idéntico motivo. Su piel se encontraba sucia y cuando se pasó la mano por la cabeza la descubrió completamente calva. La habían rapado. ¿Con que objeto? 
-Es muy extraño todo. ¿Verdad?-escuchó decir Ichinén.
Miró a su compañero, Teban estaba casi igual, pero con sus manchas grises algo cambiadas. También se encontraba sucio y desnutrido.
-Teban. ¿Donde estamos? ¿Que clase de lugar es este?-
El felino giró el rostro y se dedicó a observar el lugar. Galpones, vallas, alambradas; y soldados.
-No se como explicarte que es este lugar. Deseé con todas mis fuerzas no volver nunca a este tiempo y lugar.-
Ichinén miró alrededor. Todo el terreno rústico, lodoso, el cielo nublado. Le traía recuerdos de un cementerio pero sin tumbas o de un campo de batalla, luego de la matanza. Caminaron pegados una pared, de lo que parecía un granero. 
-¿Que ocurrió en este mundo?-
-Es el mismo mundo que estuvimos antes, durante el hundimiento del barco en el que estuvimos, pero como unos treinta años más lo menos. No sabría decirte la fecha exacta. Desde entonces, dos conflictos a gran escala se desataron, estamos durante los años del segundo, el más horroroso.-
Alrededor solo veía mujeres, por lo que Ichinén comprendió que Gatten la enviara con esta apariencia. Por alguna razón no había hombres. También por ello la Cronista debía ser mujer, y no el cronista.
-¿Esta gente, estas mujeres, están peleando una guerra?-
-Están aquí para morir, o para ser asesinadas más bien.-
Ichinén no comprendió o no podía conciliar esa revelación que también la involucraba. Estaba tan distraida que no vio a la figura uniformada que se le acercó repentinamente.
-¿Que hacés aquí sola, cerda?-la que hablaba era un mujer muy corpulenta, con una vestimenta y una higiene completamente distinta a la suya.-Ve a formarte, ya le diré a frau Grese que te estás escapando. ¿Sabes lo que hace con las rebeldes que quieren escaparse, verdad?-
La soldado, sostenía una extraña arma que no se parecía en nada a una espada, pero ante la duda Ichinén asintió obediente. Miró a Teban, pero el gato ya se había ocultado. Por ahora, se dijo a si misma, debía observar y estar atenta. La Cronista podía ser cualquiera. La mencionada formación a la que la llevaban, se componía de un innumerable número de mujeres, todas en fila, con el mismo uniforme. Algunas de las mujeres eran muy jóvenes, niñas muchas de ellas. Todas con la misma apariencia que ella. Ichinén intentó arriesgar un número, pero por lo que podía estipular, allí debía haber cientos, quizá miles de mujeres. Algunas tenían peor aspecto que otras, muchas no solo parecían mal alimentadas, sino enfermas directamente. Que clase de dolencia podía aquejarlas, Ichinén no lo sabía. La formación fue como una pasada de revista militar, algo que le resultaba conocido del ejercito que había dirigido su padre. En la mente de Ichinén se iba formando la idea de que si estaban en guerra, este era un campo de prisioneros. No sabía hasta que punto se quedaba corta en ese razonamiento. Una mujer de cabello rubio recogido, elegantemente vestida, con un uniforme muy pulcro, paseaba por delante de las hileras. Su expresión dura, metía terror mientras caminaba, tanto a prisioneras como a sus propias subordinadas. Era ciertamente joven, no debía pasar más allá de los treinta y tantos de edad. Llevaba un látigo en la mano y cada tanto azotaba a alguna prisionera mientras pasaba a su lado. Algunas las señalaba y otras uniformadas las llevaban por fuera de las filas hasta que las perdía de vista y no podía saber que ocurría con ellas. Al pasar cerca suyo, Ichinén sintió un escalofrío, no era miedo, sino que le parecía que podía sentir la oscuridad de esa mujer. La uniformada que la había encontrado "deambulando" cuando recién llegó, le estaba hablando al oído. Ichinén se dio cuenta que la estaban delatando, se lamentó por dentro. Eso podía poner en riesgo la misión de encontrar a la cronista. Debía sobrevivir lo suficiente hasta encontrarla. La dura mirada de la que parecía la encargada se clavó en Ichinén y ella no tuvo duda de como podía percibir la oscuridad emanando de su ser.
-¿Esta es la que paseaba?-
-Si, frau Grese.-respondió la corpulenta soldado.
La mujer se comportaba como si fuera la reina del lugar. 
-El viernes la quiero en mi barraca, le daré una lección.-se acercó más a Ichinén y la miró de cerca.-Tiene un fuego en los ojos que parece que debemos apagar.-
Ichinén tragó saliva, maldiciendo que estaba poniendo en peligro todo, al no saber moverse en ese mundo. Se sentía muy torpe e insegura. La mujer siguió su camino, más adelante tomó a una mujer de la fila y la tiró al suelo. La llamada frau Grese comenzó una tanda de azotes con su largo latigo, mientras obligaba a la prisionera a caminar a cuatro patas. Ichinén estuvo a punto de saltar en su defensa, aunque estaba lejos, pero viendo a las otras mujeres soldados se arrepintió. Tenía muy pocas chances de durar más que unos segundos, sin espada o alguna otra arma. Ya debía afrontar un castigo ese viernes, aunque no sabía ni que día era el de hoy. Rodeada por tantas mujeres armadas era una pelea perdida antes de comenzar. Con el corazón en un puño tuvo que presenciar la humillación y tortura de esa mujer, que ya se la veía bastante lastimada. La tal frau Grese la siguió azotando repetidamente, pese a los ruegos y quejidos de la víctima. Hasta que en un momento tomó de su cintura, la extraña arma que Ichinén ya había visto en la otra uniformada. Frau Grese levantó ante su vista el arma en mano y apretó algo con el dedo. Aunque Ichinén no entendió bien que estaba sucediendo, si comprendió que el estruendo como de un cañón lejano y el humo salido de la mano de frau Grese, era la causante de que la víctima cayera totalmente y no volviera a moverse.
En un primer momento, ella creyó que tal vez no había muerto. Las uniformadas se sonreían, o directamente soltaban risotadas y festejos. Todas las prisioneras bajaban la vista o lloraban en silencio. Ichinén no podía creer ni entender lo que acababa de pasar ante su vista. Cuando las hicieron caminar en dirección a los galpones, desfilaron todas ante el cadáver. Ichinén pudo ver en los ojos vacíos de esa mujer que la vida había dejado su cuerpo. El horror de no comprender como y porque sucedió todo eso, la invadió aun más.
La noche cayó y el lugar se volvió más sombrío aun de lo que ella había imaginado. Llevaron a todas a los galpones donde se encontraba una gran cantidad de camas, unas sobre otras. Eso era algo que ella tampoco había visto nunca. Se recostó sobre una de las literas, pero una mujer le indicó que se buscara otra, ya que esa era la suya. Ichinén no le respondió el mal gesto y la dejó estar. No sabía que pensar de ese lugar. Al poco rato vio a otra hablar tiernamente con una.
-Que lindo, es muy mimoso!-
-Que no lo vea la sargento o nos veremos en problemas.-
Cuando se asomó al costado de la litera, vio a Teban siendo acariciado por dos mujeres.
La guerrera Ichinén, ahora como prisionera, le chistó a su compañera. El gato dejó a ambas mimadoras y se acercó a ella.
-Teban, estás muy ocupado?-ironizó ella.
-Perdón, pero tengo que hacer de gato aquí como en cualquier mundo. No todo es abrir portal acá o allá. Además, estuve averiguando cosas que ignoro de este mundo.-
-Yo lo ignoro todo. Y cada vez siento más desconcierto y horror.-
-No mentían cuando te dijeron que era un lugar horrible.-
-Si, y ya tengo un castigo pendiente para este viernes.-
Ichinén le relató a su compañero felino la situación con la soldado y lo que había ocurrido en la fila.
-Pude averiguar que hoy es martes, o sea que tenemos tres días para encontrar a la Cronista y evitar el castigo. Esa mujer que me dijiste, si es quien creo que es, es un monstruo. Si es que este lugar no es lo suficientemente horroroso, ella lo convierte en algo peor. Pude hablar con mis pares nativos y conocen algunos datos sobre ella y este lugar.-
-Parece un campo de prisioneros, puede que al estar en una guerra...-
-No, Ichinén. Esto no es un campo de prisioneros. Es un campo de exterminación.-lo interrumpió Teban.
Aquello fue para Ichinén como un puñetazo en el bajo vientre. Sintió su cuerpo temblar.
-Te dije que lo que conozco de este periodo de tiempo y de este mundo no es agradable. La guerra se libra más lejos de aquí, en este sitio sucede otra cosa que esta relacionada con esa guerra pero no es su consecuencia. Estas mujeres no son soldados del enemigo, son civiles, no combatientes.-
-¿Y para que las tienen aquí prisioneras si no son combatientes de su enemigo?-
-Están prisioneras, y en algún momento van a ser asesinadas. Mientras tanto las hacen trabajar para crear armas o elementos para la guerra.-
El horror de lo que Teban contaba no le entraba en la cabeza.
-¿Asesinadas? ¿Así sin más? ¿Cómo la que vi afuera? ¿Y por qué razón? ¿Que es lo que han hecho para merecer estos castigos?-
-Nacer en el grupo étnico diferente al de las que llevan armas.-
-Yo nací en la tierra de Menkalinam, el ducado de mi padre, me estás diciendo que es como si los del pueblo al norte de Menkalinam, nos hubieran querido exterminar porque nacimos del otro lado de la frontera?-
-No existe una frontera, más bien son dos pueblos distintos que uno inculpa al otro de sus desgracias, hay mucho odio entremedio. Esa fue, la excusa digamos. Para no tener que compartir territorio y recursos. La excusa para la guerra, aunque cotejando las fechas, este conflicto no durará mucho más.-
Ichinén parecía cada vez más asqueada. Nada de lo que Gatten le había advertido podía prepararla para esto. Sentía unos deseos irrefrenables de salir y liberar a todas las prisioneras, combatir a muerte contra esas asesinas. Pero la verdad era inexorable, nada lograría en verdad y su misión fracasaría. Se largó a llorar de la frustración y la impotencia. 
-Es tan ilógico, algo debo poder hacer al respecto.-
-No importa lo que creas, es más importante encontrar a la cronista y salir de aquí. Lo mejor que podes hacer para ayudarlos es encontrar a la Cronista y escapar. Estamos a un mes de que este campo caiga en manos de los enemigos y todos los prisioneros sean liberados.-
-Entonces, solo debemos esperar un mes?-
-No, Ichinén. Gatten nos envío en este momento particular, porque en pocos días se dará la fecha que figura como el día que la Cronista murió aquí.-
Dos mujeres observaban a Ichinén como conversaba con el gato.
-Pobrecita, está loca, hablando con el animal.-comentó una.
-Este lugar puede volverte loca en menos de un día.-manifestó la otra, mientras tomaba un trapo y lo pasaba sobre la frente de una que estaba acostada en una cama.
La mujer que yacía estaba temblando y sudaba profusamente. El gato se la señaló con el hocico a Ichinén.
-Esa mujer que permanece allí acostada, tiene la enfermedad de la que morirá supuestamente nuestra Cronista según me dijo Gatten, a menos que la saquemos a tiempo. Es una peste que se está propagando por todo este campo, en este mismo momento.-finalizó Teban.
Ichinén se fue a dormir, pero no consiguió hacerlo hasta muy entrada la noche. Las otras mujeres presentes, la miraban de forma extraña. A ella poco le importó, estaba concentrada en buscar a la Cronista. Lo que la incordiaba era no saber tan poco como para reconocerla. En la quietud de la noche, escuchaba los ladridos de los perros guardianes, algunas ordenes vociferadas por las soldados y los accesos de tos mezclándose con los quejidos de las enfermas. Con todo ese nefasto concierto, Ichinén entró en un sueño intranquilo. Un sueño lleno de pesadillas que ni Rokuten mismo le había generado. Aunque veía su mano en todo eso.