1/31/2017

41-El cuarto sufrimiento.

La intempestiva entrada de Ichinén en el patio del castillo, no era notable ante el caos circundante. Aquello era incomprensible para cualquier observador. Incendios por doquier, gritos que clamaban por ayuda, lamentos espantosos de los heridos. Medio castillo parecía en llamas y otro medio en ruinas. Ichinén estaba con el corazón saliéndosele por la boca, aunque el que más había corrido era el caballo.
-Innocenza! ¿Dónde está la reina?-gritó desesperado.
Una sombra surcó el cielo, el cuerpo escarlata sobrevoló sobre las cabezas de los que se encontraban en el patio de prácticas, incluido Ichinén. El monstruo giró y lanzó fuego sobre una de las torres, la que contenía la sala de recepciones.
El guerrero se lanzó a pie, decidido a atravesar las lenguas de fuego que se esparcían sin control. Gritando el nombre de la reina, llegó junto a una escalera a la torre, que ahora se encontraba semiderruida y expuesta a la vista. Valdemar apareció tambaleando, sangraba de la sien y un hilillo también corría de su boca hasta el mentón.
-¿Qué ocurrió?-
Valdemar intentó hablar, pero todo le salió entre balbuceos de dolor.
-Es Suzaku, el dragón del rey demonio. Fue enviado por él.-
Una risa hizo girar al guerrero, entre las llamas y el humo, una figura caminaba hacia ellos.
-Veo que tenés un gran aprecio por la golfa. Mucho tiempo se ha opuesto a nuestro señor Tenyi Ma.-
El ser, tenía cierta forma humana, pero era claramente un demonio lacayo del Rey Demonio del Sexto Cielo.
-¿Qué han hecho con la reina?-
-¿No hay presentaciones? Que maleducado, guerrero.-
Ichinén desenvainó la espada Daimoku que como nunca resonó con Nam Myoho Rengue Kyo.
-Soy Ichinén y esta es Daimoku, la espada que en un minuto va a cercenar tu cabeza.-
-Ah, que bien, yo soy Blava. Y solo estoy aquí para darte un mensaje. Mi señor Tenyi Ma, o Rokuten como lo conocen aquí, te propone un intercambio. Tu vida por la de la reina. Si te avienes a la montaña Mann, aquella que vez a tu derecha, mi señor dejará ir a la mujer que tanto aprecias. Pero solo si lo haces solo y entregándote por voluntad propia.-
Ichinén apretó los dientes y enarboló la espada, el demonio le puso el cuello en exposición, como esperando la decapitación. Esto no se hizo esperar y el guerrero lo complació rápidamente. Mientras la cabeza demoniaca rodaba por el suelo, Valdemar intentó pararse y tosió repetidas veces.
-¿Sabés que es una trampa, no es así?-
-Seguramente. Pero si no voy, va a matarla.-
-Y si vas, nada te asegura que no la mate de todas formas. O a ti.-
Ichinén no respondió, simplemente se ajustó las ropas junto con la espada Daimoku y fue en busca del caballo. Valdemar lo persiguió casi pateando sus talones.
-No puedes ir sin un plan, Ichinén. Es la muerte asegurada.-
-Que lo sea, pero no para Innocenza.-
El caballo que había huido, estaba no demasiado lejos, se había encerrado solo en un callejón sin salida. Ichinén lo tironeó de las riendas, ignorando como Valdemar intentaba convencerlo de que no fuera solo o que aquello era una misión suicida. El único plan que se formaba en la mente de Ichinén, era su fin.
El ascenso al monte Mann fue largo y tétrico, por largos momentos sintió que sombras lo vigilaban, que ojos atisbaban su marcha. En tanto oscurecía, el camino se convertía en algo más peligroso. Tuvo que dejar al caballo cerca de la cima. Dudaba si estaba yendo al lugar correcto, pero al ver el resplandor de una llamarada, supo que debía seguir esa dirección. Para cuando llegó cerca del pico, una planicie mostraba a todo un conciliábulo demoníaco. Rokuten precedía un círculo maligno, acompañado por varios demonios-sombra, algunos Nagas y el dragón Suzaku, recostado a la izquierda del Rey Demonio.
-Adelante Ichinén, adelante. Acércate al fuego, seguramente estarás sintiendo frío. En tu alma.-
El guerrero lo miró fijamente con odio. De reojo, pudo contemplar como lo acechaban los secuaces. Casi estaba tomando el pomo de su espada, pero Rokuten levantó su mano.
-Viniste por la reina Innocenza, mi gran incordio en este mundo.-
-Vine como propusiste. Si ella sale de aquí, yo me quedo, como dijo tu lacayo Blava.-
-Es justo.-respondió el demonio, haciendo un gesto con el dedo, para que trajeran a la reina.
Dos demonios-sombra empujaron de entre el tumulto circular, a una Innocenza en cadenas. Apenas esta vio a Ichinén, le sonrió y su rostro se vio iluminada por esperanza.
-Aquí esta, la reina que más me ha combatido, desde aquella que reinó esa isla por 44 años. ¿Cómo era su nombre? No, no tiene importancia ahora, eso es otro mundo.-
-Libérala, Rokuten. Soy yo al que deseas en tu poder. Me entrego sin luchar, si ella es libre.-
-¿Yo dije eso? Bien, no confíes en la palabra de un demonio, mucho menos en las del Rey Demonio. Mátenlo!-
Innocenza gritó de miedo el nombre de Ichinén, este desenvainó a Daimoku y la puso recta en torno a su cuerpo, esperando al enemigo. Varios demonios-sombra lo atacaron al unísono, otro demonio quiso rodearlo. Un Naga fue más rápido e intentó enredarlo, pero perdió el miembro que había estirado, cortesía de la espada de Ichinén. Mientras los demonios-sombra perdían la cabeza, Innocenza sufría, viendo como rodeaban cada vez más a su amado guerrero. Ichinén recibía algunas heridas, pero seguía, ignorando el dolor por completo. Solo la adrenalina lo mantenía concentrado, un demonio con cierta forma humanoide se le fue encima y cuando le lanzó un mandoble hacía la izquierda, en su axila derecha sintió una punzada infernalmente dolorosa. Rokuten volvió a apuñarlo apenas un centímetro más abajo del anterior golpe. Ichinén se frenó del dolor y del abrazo por la espalda del Rey Demonio. La mano derecha ya no le respondía. Se gritó internamente, alarmado: “No sueltes la espada, no sueltes la espada.” Pero sus dedos ya no eran suyos o carecían de fortaleza para hacer nada más que estar ahí presentes. Solo soltó un gorgoteo doloroso, pero no pudo articular palabra alguna. La sangre le manó del costado del pecho, cayendo de rodillas, mientras Rokuten lo soltaba. El líder demonio lo miraba entre el desprecio y la diversión.
-Así es como me gustan los seres humanos, de rodillas. Ustedes fueron creados para sufrir. Mi entretenimiento es su pesar, su dolor, sus más oscuros sufrimientos. Podés acabar con una legión de mis demonios, pero seguirán existiendo más. En cambio ustedes, están condenados a morir. Aborrezco que les tengan contemplación a esta especie patética y débil, inmundicia que se arrastra por el universo. Basura del cosmos, que por alguna causa fortuita fueron creados. Deben sufrir, especialmente si se oponen a mí.-
Diciendo esto, tomó del mentón a Ichinén. Innocenza rogó por la vida de Ichinén, pero solo generó más burlas en el grupo que los rodeaba. Rokuten paseó su mirada alrededor, con gran cinismo.
-¿Amor?¿En serio creen que eso los puede salvar de los cuatro sufrimientos? Ni tu príncipe puede salvarte de eso. Su doctrina del medio, su iluminación; solo me generan asco. Ese tan mentado Buda como le llamas a tu maestro, le ha hecho creer que pueden ser más de la inservible estirpe que son.-
Ichinén descubrió que esos eran sus últimos momentos. Un cuerno resonó muy cerca. El guerrero que quiso distraer al Rey Demonio sobre si.
-¿Viene ayuda? Sabía que vendrías solo, pero también imaginaba que otros te seguirían. Ese es el problema con vos, Ichinén, muchos siguen tu ejemplo. Lo cual es peligroso, muy peligroso. No es sensato oponerse a mí, como descubrirás.-
-¿Vas a matarme ahora o solo me vas a seguir aburriendo con tu perorata inaguantable?-le pinchó el guerrero, rogando porque Valdemar y el ejercito real llegaran a tiempo.
El guerrero se veía perdido pero si la distracción funcionaba, el ejército rescataría a Innocenza. Rokuten sonrió malignamente y estiró su mano, haciendo que sus dedos se estiraran semejando a una diabólica garra.
-No, no voy a matarte. Lo que pienso hacer es que sufras, mucho, intensa y largamente. Sufrimiento incesante, por oponerte a mí. Sufrir como un mono encadenado en la oscuridad infinita. Tu especie son solo simios sobrevalorados, Ichinén. Me causan la más grande repulsión, un asco tan profundo que los encadenaría al páramo desolado y frío del infierno de mi reino, para que se perfumen con la ceniza antigua y el hedor de la mugre rancia. Donde perteneces, por familia y por destino.-
Finalizando su monologo, el Rey Demonio clavó la formada garra en el costado derecho de Ichinén. El guerrero solo se quedó quieto, sin poder moverse o siquiera quejarse. El pecho tenía toda la mano de Rokuten hundida, casi hasta la muñeca del demonio. El diabólico ser lo alzó como si fuera un muñeco en su mano y lo mostró a los presentes, quienes rieron.
-El guerrero Ichinén, el lobo de Menkalinam, convertido en apenas un perrito faldero. Como debe ser.-
Con un gesto de desprecio y repulsión, lo lanzó lejos, lo que generó más carcajadas entre los demonios.
-Sos únicamente un juguete roto, Ichinén.-comentó Rokuten.
Innocenza había gritado horrorizada de ver lo que le hacían a la persona que amaba. Rokuten se giró a ella, que mostraba sendas lágrimas cayendo de sus ojos.
-Sufrir por amor, es lo que van a lograr con ese sentimiento, siempre. No sirven para nada más.-acotó el Rey Demonio.
Ichinén se removió e intentó girarse a ver que ocurría, el dolor era intolerable. Le era imposible pararse y no porque lo intentara, el cuerpo no le respondía.
-No importa cuanto nos tortures, no nos vamos a doblegar. Mi reino siempre va a combatirte.-le espetó Innocenza, desafiante.
Ichinén quiso gritarle que no dijera nada, que eso la haría peligrar. Rogaba internamente que la ayuda llegara pronto, sentía el sonido cada vez más cerca. Intentó hablar para que no dijera más, o distraer a Rokuten, pero nada salía de su boca. Estaba sin aire y completamente agobiado del dolor.
-Tu desafío es tonto y carente de diversión. Puede que en el pasado me entretuviera, pero hoy…-le refirió Rokuten, tomando la espada que un naga le tendía.-… la reina impertinente se acaba.-
El Rey Demonio del Sexto Cielo hundió la espada en el cuerpo de la reina, hasta casi la mitad. Ella solo soltó un quejido y de su boca brotó sangre. Ichinén quiso gritar, pero nadie oyó su ahogado lamento sin aire. Mientras los demonios reían y Rokuten devolvió la espada asesina, el ejército hacía su entrada.
-Tarde para salvar a su reina.-se mofó el demonio regicida.-No te preocupes, Ichinén. Las heridas tuyas son dolorosas, pero vivirás. Vas a vivir para sufrir, como es mi deseo. Vas a penar por tu amor perdido, por todo lo que vas a perder en el futuro si continúas en esa senda que determinaste. Las dificultades surgirán sin falta, a todo aquel que se opone a mí.-
-Voy a matarte…-musitó Ichinén, escupiendo sangre.
-No podés matarme, es lo bueno de ser un demonio, una entidad inmortal, existimos por siempre. No podrás matarme, aunque lo desees con toda tu alma.-
Rokuten rio divertido y luego ordenó la retirada por un portal que un grupo de nagas estaba creando. En ese preciso instante, el ejército real entraba por tres senderos y atacaba a los demonios. Ichinén se arrastró como pudo, al ver que era ignorado por Rokuten y los otros demonios. Sin fuerzas, pero con desesperación, se acercó a Innocenza y se arrodilló a su lado. Intentó abrazarla, pero ella solo expiró tres segundos después de que se acercara. Valdemar llegó al rato, viendo la escena tan temida. La reina estaba muerta, en brazos del guerrero, que lloraba sin poder respirar bien. Aunque carecía de fuerzas, de aliento y de chances de gritar, Ichinén soltó un rugido de odio y sufrimiento hacia el cielo.
En algún otro mundo, algo lejano, Teban abría los ojos y se giraba a Dulce y Victoria, Maverick estaba un poco más allá.
-Lo encontré! Victoria, sé donde está Ichinén.-
Los demás lo miraron, con una gran esperanza en sus ojos, pero dudaron al notar algo raro en la expresión del gato.
-Pero… siento un profundo pesar, un gran sufrimiento que él está atravesando. Ichinén está sufriendo, Victoria.-
Nunca verás a un gato llorar, ellos no pueden hacerlo. Pero el dolor que el felino sentía en su amigo, le hacía enjugar los ojos verticales, como si estuviera a punto de derramar lágrimas de pena.