10/03/2017

49-Yo, Nichirén.

-Sufre lo que debas sufrir, goza lo que debas gozar.-dijo Nichirén.
Ichinén le acababa de contar sus últimas desventuras en el mundo de Innocenza. El Daishonin cabalgaba al lado de Ichinén y Teban, los corceles habían sido provistos por Shijo Kingo. Delante iba montada Victoria con Dulce, un poco para disfrutar el paisaje nipón y un poco para apaciguar su ansiedad. Ichinén y su compañera llevaban un par de días cabalgando con el monje y el samurái. 
-Pronto ya llegaremos al bosque que el maestro indicó.-comentó el médico y samurái a la joven, mientras acercaba su montura al trote.
-Si, no es que tenga apuro.-respondió ella.
-Pareciera que su pareja lo tiene aún menos.-acotó el samurái.-Es de un carácter férreo, pero no diría que sensato.-
Kingo no era precisamente un estanque en invierno, por lo tranquilo, ardía su carácter con facilidad. Aunque también era proclive a perdonar y olvidar con idéntica rapidez. En los días previos, Ichinén y Kingo habían descubierto que no eran de caracteres complementarios. El menor roce, enardeció la combustibilidad del samurái, mientras que a Ichinén le chocaba la impulsividad del otro. Nada grave había ocurrido entre ellos, pero algún comentario, o mirada con el ceño fruncido; habían cruzado. Nichirén les comentó con seriedad que si iban a ser discípulos celosos de su maestro, que lo fueran ante aquellos que los perseguían. Un poco retó a Ichinén con respecto a que era vergonzoso que se comportara en forma tan infantil. Como las cuestiones menores que eran, no pasaron de un dialogo apenas y una leve amonestación del Daishonin. Se detuvieron a media tarde no muy lejos de donde vivían otros discípulos de Nichirén. Kingo se alejó con su caballo y regresó con comida, provisto como una ofrenda al Daishonin. Ichinén se manifestó en desacuerdo, prefería cazar algo, pero el monje lo disuadió. Solo esa excusa necesitaba algún noble de aquellas tierras, para que Ichinén fuera un perseguido en ese mundo también. El guerrero se removió intrigado sobre como el maestro sabía tanto de su vida previa, antes de que se conocieran.
Luego saciadas las ganas de comer y de beber, reemprendieron el camino, momento que aprovechó Ichinén para inquirir sobre el conocimiento sorprendente que el tercer maestro tenía de la vida de Ichinén.
-Conozco muchas cosas, las he visto en lo profundo de la esencia de la vida. Si controlaras tu mente de tal manera, podrías lograrlo también. Algunos pocos lo logran en esta misma existencia. Otros en tres como máximo, si el propósito es claro y la determinación férrea.-
-Yo tengo una determinación férrea.-
-¿Pero un propósito claro?-
Ichinén tambaleó en su argumentación.
-Mi propósito es Kosen Rufu.-
-¿Por qué quieres llegar a Kosen Rufu?-
Aunque dudó, el guerrero quiso articular una explicación.
-Desde que escuché la historia, sentí que hacía allí debía ir.-
-Y tu intención es honesta, pero el motivo no es claro. En este mundo, mi mundo, Kosen Rufu no es un lugar. Es un ideal, adonde deseo que llegue mi nación, la humanidad entera. Sé que es un objetivo tan grande que necesitara de numerosas existencia para construirlo. En tu caso, es arriesgado pensar que alcanzaras Kosen Rufu en esta existencia.-
-¿Eso quiere decir que tal vez lo logre en la próxima existencia? ¿Cuándo sea otro y tal vez no recuerda que estoy haciendo?-
-¿No es acaso así con todo?-replicó el maestro, para luego sonreír.-Como la iluminación, se puede lograr en esta misma existencia. Pero que te sirve como referencia, el Kosen Rufu no es algo que se nos da, algo que allí está y lo encontramos. Se debe construir, día con día, paso tras paso.-
El guerrero no sabía si sentir esperanzas o desalentarse ante esas palabras. El maestro seguía cabalgando a su lado, mientras el sol caía sobre el horizonte.
-Quiero llegar a Kosen Rufu, para llevar a Victoria a casa. Si yo no lo logró encontrar, al menos quisiera que ella lo hiciera.-
-Veo que amas mucho a la joven.-
Ichinén se removió inquieto en la montura, casi tanto que temió caerse del caballo. Balbuceó excusas y trató de explicar que no era de esa forma.
-Si tu intención es que ante tu sacrificio, ella lograra su cometido y tú no; no creo que exista razón de amor más grande. Esa es la diferencia entre el amor verdadero y el mero apego fenoménico. El apego es un vano intento de aferrarse a lo que se puede perder y que en todas las ocasiones se llega a perder. Sufres tanto tiempo ante la perspectiva de perder y luego otra vez ante la pérdida manifiesta. La joven de la que me contaste, tuviste un acto de amor al pensar en sus intereses y seguir adelante. El rey demonio utilizó eso en su favor, esa es la verdadera raíz de su maldad, utilizara tus propios sentimientos y deseos para que caigas preso en sus garras.-
-No debí dejarla.-
-El pensar que si de haber hecho lo contrario, la situación hubiera sucedido de otra forma, es tan inútil como querer frenar el viento con las manos. Lo que es, es. Lo que sucedió, sucedió. En su vida estaba inscripto que aquello sucedería, quizás sin tu intervención. Rokuten solo quiso llenarte de culpa.-
-No se equivocó.-
-El equivocado eres tú, Ichinén, si se lo permites.-
-Su intención fue clara y la culpa me llena.-
-Y eso te aleja de Victoria. Ya dije que la amas, aunque lo niegues. No es casual que te involucraras con su versión en otro mundo, es causal. Así como tampoco fue azaroso que la encontraras y se conocieran. Es muy particularmente kármico que dos personas se encuentren y compartan su camino, entre todas las variantes de los mundos posibles.-
-No creo que ella y yo pudiéramos ser pareja. No solo por su carácter tan avasallante, sino que también está destinada a casarse con alguien más.-
-Lo que consideras como destino es solo la percepción meramente fenoménica que antecede a los hechos ya manifestados. Es como si vieras todas las secuencias de tu vida sobre el tapiz. El orden puede variar, los retoques son posibles.-
Ichinén iba a preguntar si eso significaba que el destino predeterminado de Victoria se podía modificar o si se refería a algo más; pero no pudo hacerlo. Acababan de llegar al bosque indicado. El Daishonin desmontó y se internó en el bosque. Con una seña indicó que los demás esperaran allí. Ichinén siguió al maestro a través de la vegetación.
-Lograr llegar a Kosen Rufu, requerirá de más sacrificios de los que estás creyendo afrontar. No solo vidas pueden perderse.-
-Siento que aún no he logrado nada, no estoy más cerca de Kosen Rufu que antes. De hecho, esto viniendo aquí, en busca de la guía para saber donde ir. No me siento más cerca que cuando oí por primera vez sobre esa tierra.-
Nichirén Daishonin se detuvo en donde estaba y miró al guerrero gravemente, luego de un segundo le señaló en derredor.
-Dime, Ichinén. ¿Sabés que son esos árboles que nos rodean?-
La pregunta parecía tener un matiz de afirmación. Si, el guerrero las conocía, eran alguna clase de bambú. Árboles similares crecían en un lugar más alejado de las tierras de Menkalinam, donde había crecido. Así se lo hizo saber al Daishonin. El maestro no habló hasta pasados unos segundos.
-Existe una variedad particular de bambú en el Japón. Tiene una rara peculiaridad que no muchas plantas comparten. Al plantar una semilla de este árbol, no sale ni un brote. Nada, como si la semilla estuviera podrida, ni siquiera un asomo de algo, al menos durante siete años. Luego de siete años, sale el bambú a la superficie por primera vez y alcanza treinta metros de altura en tres semanas. ¿Por qué entonces no se muestra por siete años que está creciendo? ¿Qué ocurre en ese tiempo? Durante esos siete años, el bambú extiende sus raíces profundamente a lo largo y a lo ancho, para poder tener una sólida y firme raíz que sostenga esa altura. Tu situación es idéntica. Estás profundizando en la enseñanza para construir los cimientos sólidos para el Kosen Rufu.-
La cabeza de Ichinén se le antojaba como un astro enloquecido, de como daba vueltas sobre sí. Se mantuvo pensativo hasta que llegaron a una parte del bosque. Por como el maestro se había detenido, era donde debían llegar. La vegetación estaba torcida y parecía manipulada como para formar una puerta. Antes que Ichinén dijera nada al respecto, el Daishonin lo aclaró.
-Esta es la puerta a un mundo. Un mundo muy reducido, del tamaño de una habitación, pero que contiene tres mil mundos. No existe más que lo que verás, pero no confundas lo que es con lo aparente. El Ño ze so, con el Ño ze sho o el Ño se tai. Una cuestión es la apariencia, otra la entidad, y otra la naturaleza.-
-¿Qué hay allí?-
-Podría decirse que te encontrarás contigo mismo, pero eso sería demasiado escueto y pobre como definición. Dentro, hay un cristal, pero eso es solo la apariencia y la entidad.-
El guerrero asintió, comprendiendo que allí habría algo más que solo un cristal. Entraron por ese portal, tanto el maestro como el discípulo. Al otro lado, no había bosque, solo un cuarto blanco con apenas un pedestal plateado. Sobre este sitio, un cristal, que a Ichinén se le antojó como un prisma.
-Me recuerda a mi infancia, el hombre que hacía luces y colores con un cristal como este, sosteniéndolo apenas sobre una ventana. Dijo que se llamaba prisma.-
-Si, podría ser exacto eso. Es el prisma de Ichinén Sanzén.-
El guerrero dio un leve respingo. 
-En este prisma te encontraras a ti mismo, como te dije. Podría decirse que te estaba “destinado”, pero es solo un camino más de la Ley. El cristal te pertenece, por eso debes mirarlo para saber que decidir a continuación.-
El guerrero centró su vista en el prisma. Lo que allí vio, fue como vivir tres mil años en un solo instante. O tres mil mundos en un aliento de vida.