12/06/2017

51-El largo regreso al hogar.

Hubo un tiempo que fue hermoso… Tristeza, patetismo. Eso es lo único que Ichinén siente al recordar el pasado. Para él, solo existe el ahora, y de ahí, hacia adelante. El pasado, únicamente fue anterior. -La mente tiene una tendencia natural, en nuestra constitución física, a sepultar en un sano olvido; los momentos desagradables. Mientras que los agradables son recordados y vueltos a recordar. Cada vez que un buen momento es traído a la conciencia de nuevo, es como el degustar de su comida favorita. Es por este sano olvido de lo negativo y la reiteración remanente de lo positivo; crean la falsa noción de tiempos pasados que fueron idílicos. Esto es solo parte de la misma ilusión del mundo Saha. La que usa Rokuten para esclavizar a los seres humanos. Solo a través de la novena conciencia se puede romper esa ilusión.- Esto había dicho Nichirén, mientras el guerrero permanecía en silencio. Sobrepasado por el agobio de tener que regresar a lo perdido. El recuerdo lo arrastraba, casi como si pudiera tocarlo y sentir todo su peso aplastante. Quizás a un afectado por el efecto del cristal, las posibilidades pasadas parecían tan reales como el arroyo que corría delante suyo, serpenteando entre los guijarros y pedruscos. Su cuerpo quedó allí estático, mientras que su mente se había ido, muy lejos, muy atrás. -Ichinén. Entrá. Bienvenido.- El joven Ichinén entró al cuarto, donde su padre resolvió los asuntos del ducado, lo podría denominarse el cuarto de estudio del duque. Parecía sentirse más tenso de lo que nunca había experimentado en presencia de su progenitor. -La Reina Kumi me envía con esta misiva, padre.- El hombre hizo un gesto sutil, pero no comentó al respecto de esa rapidez en ir al punto. Su hijo siempre había sido de hablar lo que era estrictamente necesario. El hombre leyó la carta real y fue removiéndose inquieto, en parte de temor y en parte de alegría. -Aquí dice que te vas a la corte en el castillo de Mira, como guardián real de la reina. Esto es una excelente noticia, aunque me duela tener que dejarte ir.- El hombre apretó el papel en sus manos como queriendo asimilar el contenido por ósmosis. -¿Te metiste en la cama de la reina? ¿No es cierto? Pícaro bribón!- El hijo no dijo nada, pero tragó saliva nervioso, refugiándose en mirar al frente en posición de firmes. -Te envío en una visita formal y te convertís en el amante de Su Majestad. Está muy bien para escalar entre la nobleza. Poco te faltaría para llegar a ser el soberano del reino.- Ichinén miró al padre, con desconcierto, como si fuera una serpiente que se agazapa en estado de alerta. -No es eso lo que quiero padre…- -Idioteces! Es tu destino. Ya lo han dicho. Solo es cuestión de tiempo.- -Pero padre, estamos…- -Silencio, es mi orden que sigas en esto. La Reina te llama a su lado, debes estar ahí. Ya podrás ver más adelante como ascender.- Ichinén apretó los dientes y lo miró con resentimiento. -Eso es lo que va a causar nuestra desgracia.-espetó el hijo. El padre se detuvo en su monólogo y lo miró enojado. -¿Qué estás diciendo, Ichinén?- -La Reina, ella me interrogó y cosas peores también, desconfía de tus intenciones. Tu ambición te puede, estás en todo momento pensando como escalar. No te conforme tener tus tierras, tu título. ¿Adónde te puede llevar esta ambición desmedida?- El hombre se envaró, con una furia fría y meditada. -¿Ambición desmedida? Desmedido es la mediocridad que te invada, pudiendo tener el reino en tus manos. Solo tenés que llegar a tener a la reina en ellas.- Ichinén iba a replicar pero la mención a tener a la reina entre las manos, lo distrajo. -Noto por tu expresión que eso ya ocurrió, era una medida calculada. No es necesario que digas más, un verdadero caballero no comenta esas cuestiones.- -Yo no soy un caballero.- -No, sos mi hijo, el heredero al ducado de Menkalinam y con el destino de ser rey de tres reinos. No debés ser un guerrero, que se arrastra por el barro y pelea las luchas de otros señores. Así se ha dicho que serás y es lo que deberás ser. Sé un caballero para la reina, protégela con tu vida, hasta entre las sábanas si ella quiere.- Ichinén se dio la vuelta, dispuesto a irse. -No te atrevas a irte! Insolente mocoso! Voy a enseñarte respeto a palos.- El joven se giró apenas y levantó su camisa, mostrando los cardenales en el costado derecho, entre las costillas y el riñón. -La Reina ya me enseñó esa metódica.- El padre quedó desconcertado ante esta visión. -Quiso sonsacarme si tenías algún plan insidioso para derrocarla. Y si yo era parte de él, al enviarme a la capital. Fuera para asesinarla o intrigar en su contra… No te preocupes, le dije que era es el súbdito más real que existe y me creyó, quiero creer.- -Soy leal a la Reina y a la corona de Azaláys! Eso no se puede poner en duda.- Ichinén demostró en sus ojos que no se tragaba ninguna de esas palabras. -Alto ahí, niñito mimado! Yo quiero que avances en el poder, pero no a costa de traicionar a Su Majestad. Si no te colocás correctamente en posiciones de poder, otros con intenciones menos santas lo harán. Y cuídate cuando eso ocurra.- -Eso no es problema, voy a ser casi como la mano derecha de la reina, y la izquierda quizás también. Al menos es mujer y no debo ser el amante de un rey con gusto por los núbiles, todo para satisfacer tus anhelos sin control. Le negué totalmente que tuvieras ninguna intención, pero en mi interior no estaba tan seguro. Aunque jamás le voy a confesar a ella ni a nadie más, que yo mismo desconfío de tu lealtad o mesuramiento en la ambición.- El hombre lo sujetó por el cuello de la camisa y estuvo a punto de soltarle un puño sobre el rostro al hijo. El empujón para sostenerlo lo llevó contra un mueble detrás. Ichinén lo miró desafiante, esperando que llegara el castigo como quien ve venir lo inevitable, con cierto hastío. El padre sostuvo el puño cerrado, por detrás de su hombro, pero a los pocos segundos lo bajó. -Sos un desagradecido y un iluso. Siempre fui un leal sirviente del reino, de Su Majestad y con nuestra gente.- El padre soltó al hijo y se alejó en el cuarto dándole la espalda. -Júzgame duramente si te place, pero verás con el tiempo que estoy pensando en lo mejor que pueda ser tu bienestar.- -De eso no tengo duda, voy a pasarla bien en el palacio de Mira. Me darán de comer, dormiré en lujosas camas…- -La ironía no te queda, Ichinén. Guardatela.- El joven iba a replicar pero el gesto del padre con la mano, como ordenándole que se fuera, lo decidió a no decir más nada. Ya había muchas cosas dichas de las cuales se iba a arrepentir. Ichinén salió repentinamente de sus recuerdos, llevando su mano a Daimoku, dispuesto a sacarla. Aplacó su reacción instintiva al identificar a Victoria que se acercaba caminando entre las rocas del arroyo. La joven se sentó y hablaron un poco, le dio una versión resumida de estos recuerdos de su padre, de la relación con la reina, de su juventud en general. -¿El peso de los recuerdos es lo que te genera el rechazo a regresar?- -No, no es eso. El hecho es que no hay nada por lo que regresar. Mi familia, mi padre, todos muertos. El que sobrevivió conmigo, estaba en poder Rokuten en el estado de Infierno. Yo me fui de allí con esta espada en la mano, usándola como ariete para salir en vez de para entrar.- -Entiendo. No, no te rías. Si entiendo tus motivaciones. Si Kosen Rufu fuera el lugar destruido y tuviera que regresar para encontrar todo lo que conozco degradado, sucio o mancillado; no querría hacerlo seguramente.- Ichinén suspiró, con gran cansancio. -No debe haber quedado nada en pie. El pozo del que todo ese horror del caos surgió, se llevó tantas vidas como edificios. Nada podía detenerlo. Fue como la erupción de un volcán de maldad. En el cristal vi una versión mía en otro mundo. Donde a costa de mi propia vida, utilizaba un cubo mágico o algo así para detener ese caos reptante. Y en otra visión, de otro mundo, mi ser sobrevivía y regresaba después de un periplo extraño. En otro mundo me convertía en emperador de todo el continente.- Ichinén se largó a reír, primero parecía que era con ganas, pero luego se notó su amargura. -Mi padre hubiera sido el más feliz con esa visión. Lástima que ni él ni yo vivimos en ese mundo o en esa línea alternativa del universo.- -No, vivimos en esta, Ichinén. Tenemos que jugar con las cartas que nos tocaron.-respondió Victoria. Ichinén miró de nuevo el agua que cruzaba rauda a su pies, apenas rozando cada piedra, generando espuma en el bajo arroyuelo. -Mi padre era leal a la reina, incluso en esa destrucción no se volvió en contra como otros hicieron. Antes de que todo se destruyera un duque de otra tierra quiso derrocar a la reina, fue más o menos a la mitad de mi periodo como guardián real. El castillo de Mira fue sitiado, en la tierra de Mirza, no había un gran ejército. Ese condado al sur de la capital es famoso por su universidad y su gran biblioteca. Eran el baluarte cultural del reino, no militar. Cuando mi padre apareció con su gran ejército mayor al del otro duque y al de la reina, aun sumando ambos; temí lo peor. En ese momento pudo aplastar a todos y tomar para él la corona, ni siquiera para mí. Tal vez habría tenido que vérselas con los nobles de los otro reinos, en ese caso. Algunos emparentados o con buenas relaciones con la reina de Azaláys, seguramente hubieran protestado. Pero eso hubiera sido noticias de ayer, si él ya era soberano, poco podrían reclamar sin poder lograr una restauración.- -¿Qué hizo tu padre?-inquirió Victoria, mirando el perfil del guerrero. -Se plantó con el ejército de Menkalinam y otros grupos que eran leales a la reina; acampó del costado contrario al castillo de donde se encontraba el duque rival. Envió un emisario con una carta. Esta decía que le daba ocho horas para levantar campamento y regresar a su tierra, o masacraría a todos los que se quedaran.- Victoria se rio, aunque enseguida se contuvo y preguntó: -¿Cómo terminó eso?- -El duque opositor, levantó su asedio en seis horas y regresó a su tierra, su ejército se desbandó. Mientras que una partida especial de Menkalinam lo capturó a mitad de camino, en una noche cerrada. Fue llevado preso a la capital y juzgado por rebelión. Mi padre fue condecorado y se lo premió con lo que más deseaba, dinero y poder. Luego de eso, no lo vi más hasta que supe que había muerto peleando contra el caos. Fui a enterrarlo.- -¿No hablaron esa última vez?- -No. Estaba enojado conmigo. No lo culpo ahora. Fui muy impetuoso para juzgar.- Victoria no dijo nada más hasta luego de un rato. -Finalmente, él demostró que era leal, pese a tus dudas.- -Si, pero no le creí cuando debía. Eso ya no tiene arreglo, como esa tierra yerma y destruida.- -Eso no lo sabés. Tal vez vamos y algo se puede salvar. Podrías hacerlo como una forma de retribución para con tu padre.- Ichinén la miró con cierta desconfianza, pero se quedó meditando esa posibilidad. Por largo rato, estuvieron así en silencio. Hasta que finalmente, el guerrero se levantó y ayudó a su amiga a incorporarse. -Vamos.-dijo con simpleza. Regresaron junto a Nichirén y comieron unas vituallas que Shijo Kingo había mandado a traer con sus hermanos. Festejaron un poco esa despedida, aunque no sin cierta añoranza. Bebieron Sake. Comieron arroz, berenjenas, melones y otras cosas. Para el momento de irse, Nichirén le regaló un collar de cuentas, conocido como Yutsu a Victoria. Para el guerrero le obsequió un pergamino, un Gohonzon en la versión final que se conoció posteriormente. El Buda lo alentó a no cejar en su búsqueda de Kosen Rufu, pasara lo que pasara. Ichinén agradeció al maestro y le dedicó una gran reverencia. Teban y Dulce abrieron un portal que se formaba en la unión de dos cañas de bambú. -Nos veremos pronto, maestro.-comentó el felino.-O usted me verá.- Ichinén le inquirió a su compañero de cuatro patas a que se refería. -Él me envió a buscarte, Ichinén, o lo hará.-respondió el gato. -¿Cuándo fue eso?-interrogó el guerrero. -Dentro de once años.- Atravesaron los cuatro la conjunción de bambú, saliendo a un campo en día soleado. La vegetación era distinta al del Japón de Nichirén Daishonin. A lo lejos, se veía una columna de humo. El guerrero no quiso sospechar que era un incendio o solo el humo habitual de las chimeneas de una ciudad. -¿Estamos en Azalays?-inquirió Victoria. -Estamos en ese mundo de Ichinén, no sé si es la tierra correcta. Esto no es una ciencia exacta.-replicó Dulce, estirándose por completo, a la manera felina. Caminaron un trecho, esperando encontrar a alguien que les indicara donde se encontraban. Por largo rato no vieron señal de persona alguna, hasta que el ruido de muchos pasos los hizo mirar al camino delante. Una larga columna de soldados avanzaba marchando a paso marcial por el camino. Los uniformes, escudos y cascos llevaban diseños en rojo y negro. Prolijamente se dividieron en cuatro grupos, rodeando al cuarteto híbrido de humanos y felinos. Por los cuatro costados fueron avanzando hasta formar un cuadrado perfecto de treinta hombres de cada lado. Ciento veinte soldados en todos los frentes sin contar con todos los que se formaban detrás en esa perfecta falange. Los escudos eran anchos y el emblema no le era familiar a Ichinén, pero en parte le sonaba. Los soldados se cuadraron al unísono y apuntaron hacia adelante con espadas los de la primera fila. Los de la segunda hilera los apuntaron con unas largas picas. Ichinén y compañía se vieron rodeados por lo que parecía un puercoespín hacía adentro. -Esto no está del todo bien. Ahora reconozco los uniformes.-informó el guerrero a sus amigos. -¿No estamos en Azalays?-preguntó Victoria, viendo como las miradas torvas y las espadas filosas los vigilaban. -Es el mundo correcto, pero es otro reino. Por los uniformes, la formación militar y ese símbolo, creo saber de donde son estos hombres. Estamos en el reino de Tarannis.- Victoria no tenía idea de lo que eso representaba o el verdadero alcance de esas palabras, pero el tono de Ichinén lo expresaba todo. Aquello no eran buenas noticias.