7/31/2015

23-El general Tigre de Piedra.

Ichinén y Teban salieron del umbral que los traía de la estación de paso. El lugar era un hermoso bosque, muy tupido. Algunos tenían frutos comestibles, algo parecido a bayas o avellanas, por lo que entre eso y un poco de agua de un arroyo que cruzaron, el guerrero pensaba hacer un alto para ingerir lo recolectado. El clima era templado y la caminata fue agradable.
-La siguiente puerta no es lejos, pero este mundo no es precisamente un cultivo de umbrales.-explicó el gato, mientras avanzaban por el sendero.
Ichinén intentó comprender más, inquiriendo a su compañero sobre la naturaleza de estos pasajes entre mundos. Según la explicación del felino, algunos mundos tenían puertas que llevaban a lugares predeterminados, otros a varios lugares diferentes, otros a sitios más lejanos y algunos portales solo transportaban a los más cercanos. En algunos mundos, como ese, no existían tantas puertas, por ellos existía una amplia distancia entre una y otra. El bosque se convirtió en algo más parecido a una selva, por lo que el camino se convirtió en algo más aventurero. Cerca de un claro, existía unas formaciones de roca, lugar que Ichinén eligió para descansar y comer.
-Observa Teban, esa roca se te asemeja.-exclamó el guerrero al ver una roca contigüa a ellos.
-Con un poco de imaginación esa roca parece un mastodonte.-replicó el gato.
-¿Qué es un mastodonte?-preguntó Ichinén, mientras se encaramaba sobre otra roca cercana y abría el bolso improvisado con la comida.
Por lo menos hasta que llegaran a encontrar a Maverick y que tal consiguiera una tarea, no moriría de inanición. El felino comenzó a responderle:
-Es un animal, una especie de ser que…Mueeuuuh!!!-gritó en el medio de la frase el gato, saltando al unísono. Una flecha había aparecido de la nada, Ichinén de hecho no la identificó como tal hasta que la vio clavada en la roca que llevaban comentando hasta hace un momento. La saeta salida sin origen aparente lo sorprendió y puso en alerta. Pero más sorpresivo fue verla profundamente metida en la roca, por lo menos un tercio, si la perspectiva no lo engañaba. El guerrero se puso en pie y escuchó a alguien acercarse. Los siguientes segundos fueron una sorpresa nueva. El hombre que apareció en el claro de las rocas, tenía los ojos rasgados y un grueso bigote, vestía ropas ligeras y llevaba un arco en las manos.
-¿Dónde está?-inquirió con furia el hombre dirigiéndose a Ichinén.
El guerrero lo miró con extrañeza, sin saber a que o quien se refería.
-La bestia, dónde está?-volvió a increpar el hombre.-Estoy seguro que le di.-
Ichinén se giró y le señaló la tan mentada flecha, clavada en la piedra y no en ninguna bestia como esperaba el recién llegado. El ánimo del hombre se vino abajo, masculló una maldición e insultó al aire. El guerrero entendía cada vez menos. Teban regresó de donde fuera que se había escondido.
-Los únicos que estamos aquí, somos mi gato y yo. Es un animal, pero no sé si califica como bestia.-
-No es para tanto, seguro son habladurías.-comentó Teban.
El hombre parecía muy angustiado, pero trataba de contenerse, oscilaba entre el desespero y la furia. Se sentó ofuscado, aunque pronto dio paso a la sorpresa de ver algo tan insólito como una flecha en la piedra.
-Soy el general Li Kuang, descendiente de Li Hsin y servidor del emperador Wu. Estoy buscando un tigre, mucho más grande que este felino que veo aquí. Esa bestia ha matado a mi madre. Es una bestia feroz que ronda por estos lares. Conocerá mi furia cuando lo encuentre.-
-Soy Ichinén, y mi compañero es Teban. Lamento oír lo de su madre, pero no hemos visto ningún tigre.-
-Estaba seguro de haberle dado, pero ahora veo que solo le di a una roca. Mi vista me engañó, el odio me hizo ver un tigre donde no lo había. Es una completa tragedia. Malvada bestia.-
Ichinén se sentó junto al general y trató de confortarlo.
-Es cierto que no alcanzó un tigre, pero enterró una flecha en la roca, eso no es algo que veo todos los días, mi amigo.-
-Podría lograrlo de nuevo… pero encontrar al tigre ya se me hace imposible. Pronto será de noche y para mañana la bestia estará muy lejos.-
Ichinén hizo un gesto de duda, el general entendió la expresión.
-¿Crees que no podría disparar de nuevo y clavar la flecha en el mismo sitio?-
-Darle al mismo lugar seguro que si, pero dudo que penetre en ella.-
El general se levantó y juntos fueron al lugar desde donde había disparado. La flecha fue justo donde estaba la otra clavada pero rebotó contra la piedra y salió hacia cualquier lado. La segunda ni siquiera se acercó. El general dio unos pasos más cerca para tener mejor tiro y disparó, mismo lugar pero no quedaba clavada. Con la tercera se tomó su tiempo y dio casi en el mismo sitio, pero se partió al chocar el material. La siguiente, la siguiente a esa, las tres que vinieron después, todo el carcaj; ninguna pudo repetir la primera flecha clavada en la roca. Incluso trató de recuperar algunas, casi no le quedaron flechas sanas luego de eso. Ichinén lo miraba sin decir nada, lo ayudaba a recoger saetas perdidas pero no emitía comentario alguno. Extrañamente Teban tampoco, pese a que se notaba que el general no podía percibir su voz.
-Creo que su determinación lo ha llevado a lograr algo que es real y prácticamente imposible. Aun cuando repita la misma acción, bajo las mismas condiciones, no logrará los mismos resultados. Algo ha de faltar, es su determinación inicial, su determinación certera.-
El general desistió de seguir en vano rompiendo flechas y sufriendo de amargura. Se sentaron cerca de la tan saetada piedra y compartieron las vituallas. Conversaron un poco sobre sus vidas. Li Kuang comentó sobre sus últimas batallas contra un salvaje y barbárico pueblo a los que llamaba Huns. Ichinén por su parte le relató su búsqueda de Kosen Rufu y como para eso antes debía encontrar una forma de proveerse de alimentos.
-Si alguna vez estás por la región de Chengchi in Lunghsi otra vez, ven a verme. Encontrarás ayuda si de mi depende, tu propósito es encomiable.-
-Lamento el fallecimiento de cualquier ser, pero los animales salvajes son imprevisibles, no puedes culpar al tigre por ser tigre. Así como no se puede culpar al viento por soplar, sea este una brisa o un huracán.-
El general asintió, su sufrimiento era grande, pero ser arrastrado por el dolor solo lo acrecentaría. Su madre no hubiera querido eso.
Se despidieron estrechándose las manos y el general partió por donde había llegado. Con otros pensamientos en la mente y una perspectiva distinta.
Ichinén siguió camino con Teban, caminando hacia lo alto de una ladera.
-Más allá de esas lomas, siento la puerta.-comentó el gato.-Li Kuang, sabía que me sonaba ese nombre.-
-¿Si? ¿Lo conocías de antes?-
-No hasta ahora, pero es un hombre famoso, figura en los registros del Shih Chi, son como un registro de la historia de su pueblo.-
-¿Estamos en el pasado de un mundo?-exclamó el guerrero sorprendido.
Si hubiera podido reír a carcajadas, el gato lo hubiera hecho, pero apenas soltó un ronroneo divertido.
-¿Qué es el tiempo, Ichinén? Tal cosa no es tan solo una percepción. En cualquier mundo que vayamos, no es diferente aparecer en su “pasado” o en su “futuro”. El tiempo es un mundo en si, una forma de ver los mundos. Cada instante en el tiempo quizá sea un mundo distinto del instante siguiente.-
Ichinén quedó sobrepasado por esa explicación, por lo que prefirió guardar silencio. Pero fue Teban quien siguió comentando, casi como para si mismo.
-Si, Li Kuang, gran arquero y comandante de la guardia imperial. Será conocido como el General Tigre de Piedra.-