El
salón de fiestas se encontraba abarrotado. El hombre de negro iba caminando
como hastiado, las fiestas lo aburrían. Su levita oscura iba rozando casi el
suelo. Se acercó a su señora y la saludó.
-He
venido únicamente para informarle que el experimento ha salido bien por una
vez.-expresó, haciendo una reverencia.
La
mujer, engalanada para el festejo, lo miró gravemente pero luego sonrió
ampliamente.
-Estamos
de festejo. Puede esperar eso hasta la mañana. ¿No es así? Me gustaría que por
una vez, dejara el trabajo de físico y viniera con su reina a pasar el rato únicamente.-
-No
soy un hombre de fiestas sino de ciencias, me disculpo mi reina.-respondió el
hombre de cabello y vestimenta oscura.
En
ese momento, sintió como un frío en la espalda, un ventarrón repentino. Se
giró, intrigado. En los rostros de los presentes, también se reflejaba que lo
habían sentido. La música de la fiesta se detuvo. El viento parecía crecer,
proveniente de la gran entrada al salón. El hombre de negro se acercó.
-¿Qué
ocurre?-preguntó la señora.
-No
lo comprendo, por aquí nunca circula una corriente tan fuerte, mucho menos en
un día de tan poco viento como el de hoy.-
Al
terminar de decir esto, vio como la entrada del salón comenzaba a resplandecer
desde el marco y llenarse en el umbral como de humo luminoso. O eso le pareció,
al ver crecer la luminosidad, se apartó rápidamente. Alertando a los cercanos a
su posición, justo en el momento indicado. Un inmenso bulto tan negro como sus
ropas aterrizaba sobre el suelo empedrado del salón, haciendo temblar la
estancia entera. Un cuerpo más que casi pasó desapercibido, cayó junto al
monstruo, casi como si fuera un muñeco. Esta fue la entrada de Ichinén a este
mundo.
El
monstruo se removió sobre un suelo de piedra, parecían adoquines de alguna especie,
Ichinén tuvo un encuentro cercano con uno de esos, que casi le rompe la frente.
Estaba atontado y solo sentía gritos, el monstruo se agitaba y retrocedía, para
luego abalanzarse sobre los hombres que lo enfrentaban blandiendo espadas. El
guerrero intentó despejar su mente y observar que pasaba. El lugar parecía el
salón de un castillo. La criatura, de muchos brazos y piernas superpuestos y en
desorden, negra de ébano, carecía de cabeza. Entre el gentío de soldados o
guardias, vislumbró una figura femenina que retrocedía asustada.
-Victoria.-gritó,
totalmente en vano, el ruido lo tapaba por completo.
Desenvainó
a Daimoku y se lanzó a la carrera, mientras una roca pasaba rodando a su lado y
luego un cuerpo de soldado. Pegó un salto para esquivar al caído, empujó a un
hombre de levita negra que estaba al lado de ella y la aferró de la mano.
-Victoria!
Salgamos de aquí.-
Estaba
mirando en derredor para buscar una salida, cuando la mano de la joven lo hizo
frenarse. El tironeó de resistencia lo hizo darse vuelta, al volverse a mirarla
recibió una bofetada en la mejilla izquierda. El grito de ira lo desconcertó,
pero al mirarla lo confirmó.
-Suélteme,
animal! Si piensa que voy a huir dejando a mi gente, puede decirle a su amo
Rokuten que no pienso dejar mi tierra.-
Al
mirarla dos veces, se dio cuenta de su error. Esa joven no era Victoria, sino
su versión de ese mundo, como lo había sido Flusskraft. Victoria no debía haber
atravesado el portal, por lo que no estaba imbuida en esta mujer. El estilo de
ropa no le era conocido, aunque la arquitectura le resultaba demasiado familiar,
en forma muy incómoda. La versión de Victoria tenía la perilla un poco
diferente, la nariz casi igual y los ojos de otra forma y color. Leves
diferencias entre los mundos, eso había aprendido con Tendai.
-Lo
lamento, miladi, la confundí con alguien más.-
El
hombre de la levita lo enfrentó como si fuera a golpearlo y él alzó las manos
en señal que no deseaba pelea. Miró a la pelea y se encaminó al monstruo. No
teniendo otra cosa más que enfrentarse al monstruo, se plantó detrás de los
soldados que le plantaban cara.
-Alto!!!-gritó
Ichinén, más de una vez para que le prestaran atención, la criatura fue la
primera en hacerlo.-Me quieres a mi monstruo, acá estoy. Deja a esta gente en
paz. Yo te traje, yo te voy a echar, basura de Tenyi Ma.-
El
monstruo soltó un gruñido desafiante y se encaramó para saltarle encima. Los otros
hombres retrocedieron, y se alejaron más a una seña de la mujer.
-No
me gusta esto, mi señora.-le dijo el hombre de negro a la mujer.
-No
se preocupe, lidiar con este tipo de bichos, es mi especialidad.-le respondí
Ichinén, girándose a medias.
En
el rostro de la mujer y del hombre, pudo leer el terror de ver moverse a la
criatura. Ichinén rodó hacía adelante, mientras que su enemigo lo intentaba
asaltar por sorpresa. En un giro sobre el suelo se desenrolló y le ensartó a
Daimoku en el vientre. La aberración del rey demonio rugió de odio y dolor.
-Nuestras
espadas no le hacían nada. ¿Cómo es posible?-exclamó uno de los soldados,
mirando con incredulidad la lucha.
-Es
evidente, esa espada tiene algo que daña a la criatura, la tuya no.-le
sentenció el hombre de la levita oscura, mientras observaba a Ichinén girar y
lanzar fintas contra el monstruo.
Las múltiples
manos intentaban agarrarlo, pero Ichinén se zafaba cortándole un miembro o un
dedo a la mano. Lo malo de ese accionar es que volvía a crecerle otro para
reemplazarlo y algunos más cuando la mutilación cesaba de sangrar. Corrió hacia
una de las paredes del gran salón y vio lo que parecía una cuerda, esta parecía
sujetar una araña de iluminación sobre todo el lugar. La vecina a esa, se
encontraba sobre su adversario. Fue hasta allí, perseguido por muchas manos que
se arrastraban, tomó la cuerda y cortó por debajo. El peso de la araña lo elevó
y quitó del alcance de esas garras, la serie de lámparas y velas se estrellaron
sobre la parte superior de la criatura. Ichinén siguió una andanada de
mandobles para cortar manos y dedos por igual. Una le sujetó la pierna y la
quitó con Daimoku. Otra le tomó el cuello y una más el brazo. La pugna parecía
perderse en su contra, pero consiguió escapar por un breve momento. La criatura
se había extendido y estirado, en su constante crecer de miembros, se había
convertido en algo de aspecto estirado. Era como un gusano que comenzaba a
rodearlo con su cuerpo. Ichinén siguió repartiendo y pateando a cuanta mano
negra se le acercara, pero era cada vez más difícil.
-Fuego!!!-escuchó
gritar a la mujer, aunque no la veía.
El
monstruo resopló y se alejó un poco de Ichinén. Este aprovechó para alejarse y
ver que ocurría. La mujer le había ordenado a sus soldados que le arrojaran las
lámparas de aceite en el salón.
-Si
seguimos con este curso de acción, nos vamos a quedar sin luz.-gritó el hombre
de negro.
-Que
arda ese horror y nos ilumine hasta el sexto cielo, para que Rokuten sepa que
no le tenemos miedo.-
Un
grupo de arqueros entró por otro sitio y lanzó una lluvia de flechas encendidas
sobre la criatura. Ichinén se acercó luego de cortar varias manos de ébano más,
hasta donde se encontraba la mujer y el hombre oscuro.
-Tiene
que tener algún punto débil. ¿Cuál es?-le gritó este.
-No
lo sé, acababa de encontrarlo por primera vez, cuando luego llegamos aquí.-le
respondió el guerrero.
-Tu
lo trajiste, tu sácalo.-le espetó el hombre con furia.
-Tranquilo,
Valdemar, esto parece clara obra de nuestro enemigo Rokuten.-lo frenó la joven
señora.
-Lo
es.-le informó Ichinén.-¿Tienen problemas con el rey demonio también? Es un
viejo y desagradable conocido.-
El
tal Valdemar lo miró extrañamente, como con sospecha. Ichinén se giró y se
subió a un mueble, la criatura se removió y giró para enfrentarlo. Los
soldados lo seguían distrayendo, fuera con flechas o espadas. El guerrero
estudió por un segundo y descubrió algo extraño entre la maraña de manos que
era la monstruosidad que enfrentaban. Dos formas negras, algo alargadas y un
tanto triangulares, de un tono más pálido que el resto.
-Son
sus ojos.-musitó para sí mismo.
Salió
corriendo al otro extremo del salón, el que tenía a sus espaldas, donde se
elevaba el trono. Utilizando ese desnivel, tomó carrera para lanzarse, la
criatura fue hacia el trono como si Ichinén quisiera huir. Hasta Valdemar pensó
que eso era lo que estaba haciendo. El guerrero corrió y pegó el salto más alto
que pudo, enarbolando a Daimoku por encima de su cabeza. Su grito al volar hizo
arrepentirse a la criatura de haberlo perseguido hacia ese sector. El cuerpo
del guerrero se hundió dentro de la negrura y por un segundo todos temieron que
lo hubiera devorado. La aberración comenzó a convulsionarse y a realizar
movimientos extraños. Le crecieron como protuberancias oscuras, algo más pálidas
y agrietadas. Parecía inflarse y a punto de explotar. Valdemar lo gritó a quien
lo escuchara.
-Va
a explotar!-
Y
aunque así lo hizo, se convirtió en una explosión de luz, por la cual se
desintegró sin hacer más daño a nada o a nadie. Ichinén estaba sobre el
epicentro del lugar en que se hallaba antes el monstruo. Parecía que estaba
clavando su espada en el suelo de piedras, aun apoyando la mano para ensartar
al monstruo. Se incorporó y todos los soldados lo vitorearon, solo Valdemar lo
miraba con una mala expresión. La joven lo miraba sonriente y aplaudía, acción
que otros imitaron.
-¿Quién
eres extraño guerrero? Que nos has salvado de monstruos enviados por nuestro
enemigo.-
-Mi
nombre es Ichinén y vine por un portal. Fue el monstruo quien me trajo hasta este
mundo, aunque no se cual es.-
-Nos salvó de lo que él mismo nos trajo.-
-Oh,
Valdemar, no seas así. Acaba de decir que fue la criatura quien lo trajo. No me
extrañaría que Rokuten, quien siempre tiene una doble intención, hubiera
enviado este monstruo para secuestrarlo y de paso dañarnos a nosotros.-
El
hombre pareció concederle razón a su señora y no dijo más.
-Debes
perdonar a Valdemar. Es un gran hombre de ciencia, pero desconfía de todo
precisamente por eso.-
Ichinén
le dedicó una inclinación, y la joven continuó hablando.
-Soy
la reina Innocenza Dec Forgja, soberana de este reino, conocido como Azuroth,
donde diferentes tipos de criaturas pueden convivir en paz. Es quizá por ello
que Rokuten nos desea todo mal.-
Hechas
las presentaciones, lo llevaron a otro cuarto, mientras limpiaban el desorden
del lugar de la fiesta y posterior lucha.
Al
preguntarle a Valdemar por si allí tenían gatos, este le respondió que sí. Pero
pese a que trajeron más de uno, ninguno le quiso hablar a Ichinén. El guerrero
insistió pero fue en vano, Valdemar y la reina Innocenza se miraban entre sí,
temiendo que este recién llegado estuviera algo loco.
-No,
no. Maldito seas Rokuten, diez mil años de aquí hasta la eternidad. Me envió a
un mundo en que los gatos no se comunican con nosotros o no abren portales.-
El
científico carraspeó y se acercó a Ichinén.
-Conozco
esas ideas y teorías sobre mundos múltiples o diferentes versiones de nuestra
realidad. Eso explicaría porque confundiste a nuestra reina con alguien más,
una tal Victoria si no escuché mal. Así la conoces en otro mundo. ¿No es así?-
Ichinén
asintió algo desanimado por las malas noticias. La joven lo miró fijamente,
como asimilando la idea que Valdemar planteaba.
-Es
eso Majestad o este hombre tiene una locura muy elaborada, que cree por
completo.-
-Le
aseguró que no estoy loco de ninguna forma.-Manifestó Ichinén.
-Le
creo, he investigado eventos y teorías más extrañas, esta no es la más inverosímil.-respondió
el científico.
-En
la forma que podamos lo ayudaremos a volver a su hogar, en tanto puede
permanecer en el castillo. Algo se podrá hacer.-
Ichinén
le agradeció apenas en un murmullo decaído y haciendo una leve reverencia.
-Puedo
investigar si existe una forma de retornarlo a su mundo.-expresó Valdemar,
mirando por turnos a ambos.
-Eso,
o que mis amigos me encuentren, de alguna manera.-agregó Ichinén, para luego
perder su vista en la madera una mesa cercana.-Son mis únicas dos opciones.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario